El género de fantasía se ha
mezclado de vez en vez con otros como la ciencia ficción, el terror, incluso el
romance, pero como hemos ido aprendiendo que nunca hemos visto un cóctel de
géneros tan interesante como los que nos encontrábamos frecuentemente en la
década de los 80s. “La época de oro del VHS” nos trajo un sinnúmero de títulos
interesantes que nunca gozaron de los reflectores como muchos de sus
contemporáneos pero con el tiempo se han ido redescubriendo y recibiendo el
aprecio y la audiencia que merecen, por supuesto, todo esto impulsado en gran
manera por ese elemento que hace que todo aparezca más disfrutable de lo que
realmente es; la nostalgia. La película The
Dungeonmaster también conocida como Ragewar
o incluso lanzada con el título Digital
Knights es una joyita de 1984 que mezcla la fantasía, el terror, la ciencia
ficción y una saludable y potente dosis de ochenterismo, al mismo tiempo que homenajea/emula/piratea excelentes
ejemplos de todos los géneros.
Paul Bradford (Jeffrey Byron) es un genio de las
computadoras que incluso cuenta con su propia inteligencia artificial con voz
femenina de su propia creación que lo ayuda a manipular semáforos y otras cosas
que vienen útiles en las películas de los 80s. Cuando sus habilidades con la
tecnología son descubiertas y confundidas por “magia” moderna por un demonio
hechicero milenario conocido como Mestema (Richard
Moll), Paul es transportado a una dimensión donde tendrá que salir airoso de
una serie de sádicos retos para poder conseguir la libertad de su novia Gwen (Leslie Wing) y poder regresar a la
realidad.
The Dungeonmaster es una colaboración de personajes de renombre en
el campo del terror serie B y los
efectos especiales; la película básicamente es un pastiche de escenas escritas y dirigidas por diferentes cineastas
incluyendo el referente obligado con el cine casposo directo-al-video, Charles Band, el experto en efectos
especiales old school, John Carl
Buechler, el también experimentado en cine de bajo presupuesto, Peter
Manoogian, entre otros. Estos segmentos conforman los retos que nuestro personaje central, Paul, tiene que vencer. De nerd a gladiador interdimensional, Paul,
con la ayuda de su súper computadora que lleva en su antebrazo, tendrá que
salvar a su novia en los diferentes escenarios donde van apareciendo. Desde un
homenaje al giallo con un asesino
serial atrayendo mujeres con un anuncio en el periódico para poder degollarlas,
hasta una tierra post apocalíptica al estilo Mad Max con todo y guerra vehicular, también hay momento para una
excelente escena de stop motion que
nos recuerda a los grandes días de Ray Harryhausen. Así
como otras películas como Waxwork (1988),
The Monster Squad (1987) y otros
ejemplos más de la década, The
Dungeonmaster disfruta el amontonar guiños y referencias, y simples
refritos de otros títulos icónicos y reconocidos, aunque ésta película lo hace de
una manera menos consciente.
Las actuaciones dejan mucho que
desear como es de esperar y de disfrutar en una película como esta, además los
efectos especiales varían desde los deliciosamente nostálgicos hasta los
realmente malos. Al final de todo, The
Dungeonmaster es una ráfaga de entretenimiento de sólo 77 minutos de
duración; una presentación en resumen de todos los géneros que nos encanta
disfrutar enrollados en una única y ridícula premisa muy de su época y de su
estilo. En cuanto a las películas serie B encuentras las malas-malas y las buenas-malas,
The Dungeonmaster es del tipo que se
disfrutan de inicio a fin.
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